Mundo | 2014/11/03 00:00
La primavera catalana
por
Cataluña se prepara para decidir su futuro en el referendo del próximo 9 de noviembre.
Foto: AP
Aunque estemos en pleno otoño en Barcelona, el
movimiento social catalán parece vivir su 'primavera catalana'. Luego
de las protestas que removieron el mundo árabe entre el 2010 y el 2011 y
cambiaron el panorama político de la zona, las manifestaciones
multitudinarias y la toma de las plazas y los lugares públicos por parte
de los indignados en España o el movimiento 'Occupy' en Estados Unidos y
de los levantamientos estudiantiles en Chile y en México, llegó el
turno para los catalanes que hoy reivindican ante España y ante el mundo
el derecho a votar y decidir sobre su destino como nación.
¿Pero qué es Catalunya? Catalunya es un territorio que se encuentra en el noreste de España, anexado a la corona de Castilla en 1469, tan solo 23 años antes de la incorporación de las Indias Occidentales al Imperio Español, pese a que siguió teniendo sus propias leyes y sus propias administraciones hasta la conquista de Barcelona por Felipe V el 11 de setiembre de 1714, hace algo más de 400 años. Catalunya tiene su propio idioma, el catalán, que es uno de los ocho existentes en el territorio español, y el más hablado después del castellano pese a que su uso público fue prohibido prácticamente durante 300 años. Tiene el honor de haber fundado el parlamento más antiguo del mundo, y sus orígenes se remontan al siglo IX dC, impulsado por Carlomagno de Francia como una “tierra de nadie” entre los reinos cristianos y los musulmanes.
Lo que hoy reivindican los catalanes no tiene nada que ver con esto, pese a que, desde luego, pesa. Lo que reivindican los catalanes es la posibilidad de poder decidir hoy si quieren o no seguir formando parte del Estado español, y en caso de que quieran seguir siendo españoles, decidir en calidad de qué. Porque, según alegan algunos sectores catalanes, no puede existir amor cuando hay imposición, ni aprecio cuando no existe el respeto. Y en definitiva no se trata de un intento de conseguir la independencia (se calcula que hoy en día esa opción rondaría sobre el 50 %), si no de sentir que la opinión del ciudadano cuenta en las urnas, y de que el destino de un pueblo radica en sus propias manos, no en la de otros.
A diferencia de lo ocurrido en Egipto, en Túnez, New York o Plaza del Sol (Madrid), aquí no se ocupa la calle, ni la plaza, ni se hacen acampadas de forma permanente. Las calles solo se abarrotan de gente en fechas clave y de una manera muy organizada. Es una primavera entusiasta pero metódica, como son los catalanes. Eso sí: de las fachadas de casas, edificios y ayuntamientos cuelga la bandera catalana, la 'senyera', y mucha gente luce pegatinas, 'esteladas' ('estrelladas', banderas catalanas que simbolizan la independencia) y otros símbolos catalanes que muestran su adhesión al proceso.
La normalidad en la calle es la regla, no la excepción, a diferencia de otros procesos reivindicativos. La crispación se promociona en otros ámbitos: en las portadas de los diarios, en las tertulias televisivas, en las palestras del Parlament de Catalunya y el Congreso de los Diputados en Madrid. Es allí donde se distorsiona el autentico contenido de lo que aquí está pasando y se esencializa en una imagen de nacionalismo clásico que muestra al mundo un enfrentamiento entre una España amparada por la ley y un catalanismo ultra nacionalista (se le ha llegado a comparar con el movimiento Nazi) que “odia” al resto de España.
Lo cierto es que la sociedad catalana no es monolítica y no creo que exista ningún catalán reivindicando su pureza de sangre. Lo que hay es catalanes, de todos los orígenes posibles, reivindicando el derecho a decidir su futuro, y esto incluye tanto a los que quieren la independencia como a los que no. Para utilizar una figura catalana, podemos decir que Catalunya es como una castell (la torre humana que aparece en todas las celebraciones festivas) porque está hecha de gente venida de todos lados y no puede sostenerse sin el esfuerzo de todos. Como puede verse en cualquier reunión de castellers sus 'collas' están integradas por todo tipo de gente, autóctonos, inmigrantes e hijos de inmigrantes, tanto de España como del resto del mundo, ya que ser catalán no está asociado al lugar de nacimiento sino al lugar en el que uno decide que merece la pena invertir sus esfuerzos.
En nueve días esta 'primavera catalana' tendrá una cita muy importante: la gente de todas partes del territorio catalán está convocada a asistir a una consulta popular con la finalidad de expresarse sobre cuál es el futuro que quieren para sí mismos y para Catalunya. Se trata de una consulta hecha por voluntarios sin intervención de las autoridades autonómicas, que no tiene efectos legales. Tal vez no es la consulta con garantías democráticas que se quería hacer, pero es la única que se puede hacer sin tensar hasta el límite las relaciones con Madrid.
Eso si, si antes no es impugnada por el gobierno de España.
¿Pero qué es Catalunya? Catalunya es un territorio que se encuentra en el noreste de España, anexado a la corona de Castilla en 1469, tan solo 23 años antes de la incorporación de las Indias Occidentales al Imperio Español, pese a que siguió teniendo sus propias leyes y sus propias administraciones hasta la conquista de Barcelona por Felipe V el 11 de setiembre de 1714, hace algo más de 400 años. Catalunya tiene su propio idioma, el catalán, que es uno de los ocho existentes en el territorio español, y el más hablado después del castellano pese a que su uso público fue prohibido prácticamente durante 300 años. Tiene el honor de haber fundado el parlamento más antiguo del mundo, y sus orígenes se remontan al siglo IX dC, impulsado por Carlomagno de Francia como una “tierra de nadie” entre los reinos cristianos y los musulmanes.
Lo que hoy reivindican los catalanes no tiene nada que ver con esto, pese a que, desde luego, pesa. Lo que reivindican los catalanes es la posibilidad de poder decidir hoy si quieren o no seguir formando parte del Estado español, y en caso de que quieran seguir siendo españoles, decidir en calidad de qué. Porque, según alegan algunos sectores catalanes, no puede existir amor cuando hay imposición, ni aprecio cuando no existe el respeto. Y en definitiva no se trata de un intento de conseguir la independencia (se calcula que hoy en día esa opción rondaría sobre el 50 %), si no de sentir que la opinión del ciudadano cuenta en las urnas, y de que el destino de un pueblo radica en sus propias manos, no en la de otros.
A diferencia de lo ocurrido en Egipto, en Túnez, New York o Plaza del Sol (Madrid), aquí no se ocupa la calle, ni la plaza, ni se hacen acampadas de forma permanente. Las calles solo se abarrotan de gente en fechas clave y de una manera muy organizada. Es una primavera entusiasta pero metódica, como son los catalanes. Eso sí: de las fachadas de casas, edificios y ayuntamientos cuelga la bandera catalana, la 'senyera', y mucha gente luce pegatinas, 'esteladas' ('estrelladas', banderas catalanas que simbolizan la independencia) y otros símbolos catalanes que muestran su adhesión al proceso.
La normalidad en la calle es la regla, no la excepción, a diferencia de otros procesos reivindicativos. La crispación se promociona en otros ámbitos: en las portadas de los diarios, en las tertulias televisivas, en las palestras del Parlament de Catalunya y el Congreso de los Diputados en Madrid. Es allí donde se distorsiona el autentico contenido de lo que aquí está pasando y se esencializa en una imagen de nacionalismo clásico que muestra al mundo un enfrentamiento entre una España amparada por la ley y un catalanismo ultra nacionalista (se le ha llegado a comparar con el movimiento Nazi) que “odia” al resto de España.
Lo cierto es que la sociedad catalana no es monolítica y no creo que exista ningún catalán reivindicando su pureza de sangre. Lo que hay es catalanes, de todos los orígenes posibles, reivindicando el derecho a decidir su futuro, y esto incluye tanto a los que quieren la independencia como a los que no. Para utilizar una figura catalana, podemos decir que Catalunya es como una castell (la torre humana que aparece en todas las celebraciones festivas) porque está hecha de gente venida de todos lados y no puede sostenerse sin el esfuerzo de todos. Como puede verse en cualquier reunión de castellers sus 'collas' están integradas por todo tipo de gente, autóctonos, inmigrantes e hijos de inmigrantes, tanto de España como del resto del mundo, ya que ser catalán no está asociado al lugar de nacimiento sino al lugar en el que uno decide que merece la pena invertir sus esfuerzos.
En nueve días esta 'primavera catalana' tendrá una cita muy importante: la gente de todas partes del territorio catalán está convocada a asistir a una consulta popular con la finalidad de expresarse sobre cuál es el futuro que quieren para sí mismos y para Catalunya. Se trata de una consulta hecha por voluntarios sin intervención de las autoridades autonómicas, que no tiene efectos legales. Tal vez no es la consulta con garantías democráticas que se quería hacer, pero es la única que se puede hacer sin tensar hasta el límite las relaciones con Madrid.
Eso si, si antes no es impugnada por el gobierno de España.
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