Las exigencias de Puigdemont: fin al 155, a la 'ocupación policial' y abrir la vía unilateral
"Estas elecciones son para restaurar la democracia, no para escoger un nuevo presidente". Así recoge el argumentario de Carles Puigdemont el espíritu de las elecciones autonómicas catalanas del 21 de diciembre. Según el dirigente convergente, "impulsar cualquier otro candidato es legitimar el artículo 155 y el ataque a la democracia". Pero advierte también que "continuaremos con el mandato democrático del 27 de septiembre y del 1 de octubre, la construcción de la república catalana".
Su primer objetivo era que su lista, la de Junts per Catalunya (JxCAT) fuese la más votada, pero si no fuese posible, la meta era "que el bloque independentista fuese mayoritario". Y este objetivo sí se vio cumplido.
Tanto que Puigdemont, hoy por hoy, es el único que puede formar gobierno, puesto que con el voto en contra de los independentistas, ningún candidato constitucionalista puede ser investido 'president'. Y ERC, como fuerza número 3, supeditará su voto a la de su colega Carles Puigdemont, el más votado de los secesionistas. La ventaja de Puigdemont tiene su explicación por los cruciales resultados del convergente en las comarcas de Girona, su tierra: JxCAT barrió con 7 diputados frente a los 4 de ERC y los 4 de Ciudadanos. En Lleida, la ventaja fue más exigua: 6 de los convergentes por 5 de los republicanos; en Tarragona, en cambio, ERC se impuso por 5 a 4, mientras que en Barcelona, los republicanos ganaron a los convergentes por solo un diputado: quedaron 17 a 18, mientras que Ciudadanos se llevó 24.
Por tanto, los tres diputados de ventaja en las comarcas gerundenses dieron la victoria al dirigente del PDeCAT, que ya tiene sobre la mesa sus exigencias al Gobierno españolincluso antes de ser investido. Sus prioridades pasan ahora por ser investido presidente, "poner fin a la aplicación del artículo 155 y a la intervención financiera de la Generalitat (previa al 155), así como a la ocupación policial española en Cataluña". Otra de sus prioridades es la exigencia de "liberación de los presos políticos y la anulación de los procesos penales abiertos", como si esto dependiera del Gobierno español y no de los jueces. Por último, Puigdemont espera "restituir plenamente las instituciones catalanas. Solo desde estas premisas es posible abrir un diálogo con el Estado español". Sin embargo, "no descartamos nada categóricamente". Ello quiere decir que la vía unilateral queda abierta, lo que le podría granjear el apoyo de los radicales de la CUP.
El camino que sigue el 'expresident' es el del menosprecio a la Constitución. El modelo español no es su modelo y no se oculta a la hora de plantear sus reivindicaciones y el marco en que las mismas se han de desarrollar. Así, recoge en su argumentarlo que reafirma "nuestro derecho a la autodeterminación, amparado en los tratados internacionales firmados por el Estado español, que prevalecen sobre la propia Constitución. Nuestro camino es el de un movimiento cívico, pacífico y democrático, al mismo tiempo que determinado. No renunciaremos".
El deber cumplido
Puigdemont reconoce que había prometido que no se volvería a presentar a 'president', pero "estamos en una situación excepcional. Estas elecciones no las ha convocado el presidente de la Generalitat, ni son consecuencia de la finalización de una legislatura por haber agotado el plazo de 4 años. Son unas elecciones impuestas desde Madrid y ante esta circunstancia sobrevenida, si se quiere restituir la democracia en Cataluña, el 'president' Puigdemont se tenía que presentar como candidato a la presidencia. De hecho, no es una opción personal, sino un deber para recuperar las instituciones de Cataluña. Ha ejercido la responsabilidad de su cargo".
El diálogo con Madrid será arduo. El dirigente secesionista no renuncia a ninguno de los pasos realizados hasta ahora y volverá a asumir los planteamientos anteriores al polémico 1 de octubre. Porque el candidato del PDeCAT se aferra a "los resultados del referéndum del 1 de octubre" para apelar a un "mandato popular vigente". En una jornada sin censo electoral, sin control de las votaciones, con pucherazo incluido (hay imágenes de ciudadanos metiendo votos en las urnas a puñados y en plena calle), Puigdemont insiste en que fue una consulta válida, cuando los propios observadores que trajo el Gobierno catalán admitieron que no ofrecía las más mínimas garantías democráticas.
Fuentes del PDeCAT señalan a El Confidencial que "la realidad es que la 'foto' no se ha movido. Si miramos los votos que cosecharon Ciudadanos y el PP en su conjunto, vemos que son aproximadamente los mismos que tenían en las anteriores elecciones. El porcentaje del independentismo sobre el censo es también similar. Y los votos afirmativos en el referéndum del 1 de octubre han sido sobrepasados por el voto total soberanista en estas elecciones, y eso sin contar los independentistas que pudiera haber en otras candidaturas, como los comunes o los socialistas. Por tanto, la situación vuelve a ser la misma que en la pasada legislatura y habrá que estudiar con detenimiento qué se ha de hacer".
De momento, la pelota está en el tejado de Puigdemont. "En Madrid, hay alarma, porque nada ha cambiado. Y si nada ha cambiado, lo que tenemos que mirar es cómo desencallar la situación pero sin llegar a situaciones límite como tras el 1 de octubre", señala otra fuente del PDeCAT. La solución, afirman, es "un diálogo sin condiciones". Habrá que ver, no obstante, hasta dónde está dispuesto a ceder cada uno de los dos bloques.
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